Pocas veces se encuentran artículos en los medios nacionales que aborden con tal lucidez los fenómenos del deterioro urbano al que asistimos hoy en nuestras ciudades...agradecimientos a Sebastián Gray.
ARTES Y LETRAS
EL MERCURIO
EL MERCURIO
Domingo 11 de septiembre de 2005
¿En qué momento habremos perdido las riendas de nuestras ciudades? La responsabilidad es de todos, desde el legislador al ciudadano.
SEBASTIÁN GRAY
Arquitecto
Tras 15 años de debate público, Berlín decide reconstruir el volumen y la espléndida fachada barroca del palacio imperial de Hohenzollern, icono emblemático de la ciudad durante 500 años, destruido por el bombardeo aliado al cabo de la Segunda Guerra Mundial y finalmente demolido por las autoridades comunistas en 1950. Tras la fachada se albergará un gran espacio público, un hotel de lujo, salas de exposiciones de arte y una estación de metro. Para lograr consenso, la ciudad de Berlín levantó un gigantesco andamiaje con la reproducción impresa de toda la fachada, de manera que la ciudadanía pudiera opinar sobre el efecto.
En Santiago, en tanto, nuestro bellísimo Palacio Pereira espera en ruinas el próximo terremoto para desaparecer para siempre, protestas aparte, mientras que a su lado se levanta ya una torre de vivienda. De igual modo, las dos enormes torres de departamentos que acaban de erigirse en la esquina de calles Bellavista y Loreto en Santiago ponen de manifiesto la crisis de diseño urbano que vienen sufriendo nuestras ciudades desde hace años.
Después del edificio de 21 pisos en la esquina de Monjitas con José Miguel de la Barra, nada peor podría haberle ocurrido al barrio, malogrando para siempre la vocación de ocho pisos con fachada continua que habíamos heredado de la ordenanza Brunner (urbanista austríaco contratado por el Gobierno de Chile en 1929 y la Municipalidad de Santiago en 1934), y que hasta hace poco le daba un marco exquisitamente proporcionado al parque Forestal y al cajón del río Mapocho, permitiendo vistas lejanas hacia el cerro San Cristóbal y la cordillera, destacando en toda su nobleza el Museo de Bellas Artes y el perfil del cerro Santa Lucía, y al mismo tiempo logrando una alta densidad habitacional, rica vida de calle y un paisaje urbano coherente y digno de cualquier gran ciudad.
Otra torre gigantesca y completamente fuera de lugar termina de construirse junto a la esquina de avenidas Providencia y Condell, jibarizando al contiguo convento y al bloque homogéneo de edificios que por cuadras enfrenta al Parque Providencia.
En la última década, aberraciones similares se han llevado a cabo en los barrios patrimoniales de Santiago Poniente y Sur; también en la franja que separa el Parque O'Higgins del Club Hípico, así como en plenos centros históricos de Iquique y Valparaíso, con el consiguiente daño irreparable de su paisaje y carácter.¿En qué momento habremos perdido las riendas de nuestras ciudades? Postulemos que cuatro son los actores que intervienen en el complejo proceso de diseño urbano: la autoridad que legisla, el gestor inmobiliario que invierte, el arquitecto que diseña y el ciudadano que habita.
El inversionista hará siempre el mejor negocio posible, y nada de malo hay en ello; pero en lo que respecta a la autoridad, tales intervenciones sólo han sido posibles como consecuencia de una actitud miope de liberalización del uso del suelo urbano, cediendo sin mayor resistencia a las presiones ejercidas por intereses inmobiliarios y confundidos por su propia incultura en materias urbanas. A diferencia de antaño, ministerios y alcaldías parecen no contar hoy con suficientes elementos de juicio como para imaginar visionariamente el destino de aquellos paisajes fundamentales para preservar y promover la identidad de sus ciudades, y el resultado ha sido una normativa siempre cambiante en sus alturas, rasantes y líneas de edificación; un vergonzoso e irreversible desorden.
Por su parte, el arquitecto tiene una responsabilidad fundamental en la evolución de la ciudad; en este ámbito su principal obligación ética es velar por la armonía entre sus obras y el entorno donde se insertan. Es evidente que muchos arquitectos actúan hoy como meros agentes subsidiarios a intereses inmobiliarios, además de extraviarse a menudo en sus propias y mezquinas ambiciones de gloria.
En cuanto al habitante, éste queda hasta ahora excluido de toda discusión posible -la autoridad evita a toda costa el debate-, y en cuanto no pueda influir en las decisiones que modelan su entorno, no puede hacer suya la ciudad ni menos abanderarse por ella.
Es perfectamente posible construir la misma cantidad de departamentos que una torre, configurando el frente de la calle, con fachada continua y en media altura, maximizando el uso del predio y estableciendo una relación amable, responsable con las construcciones vecinas existentes, generando en el conjunto la mejor vida de calle, es decir, la mejor ciudad posible.
Tras una década de licencia, la Municipalidad de Santiago así parece entenderlo y ha derogado la norma que permitía edificios en altura en medio de barrios patrimoniales, limitando desde ahora las nuevas construcciones a cinco pisos. Más notable todavía, en el Barrio Universitario de Santiago (en torno a las calles Ejército y República), se ha constituido una asociación entre los establecimientos educacionales más importantes y el municipio para llevar a cabo un ambicioso proyecto de renovación urbana en un barrio histórico, generando una norma específica y cuidadosamente ponderada que preserva el perfil de las calles y el carácter de sus edificaciones, al mismo tiempo que mejora las condiciones del espacio público y estimula el desarrollo programático del barrio con sus nuevas funciones. Destacan aquí la reciente remodelación de calle Ejército, transformada en promisorio paseo, y una serie de nuevos edificios institucionales que, junto con conservar las fachadas existentes, densifican fuertemente al interior del predio tanto en altura como en niveles subterráneos, recurriendo a sorprendentes transparencias y perforaciones. El resultado es un éxito y la lección es clara: el negocio inmobiliario será mucho mejor y por mucho más tiempo cuanto más apetecible se haga el barrio, cuanto más atractiva la ciudad. Y eso es tarea de todos.
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