02 octubre 2007

DISCURSO FIRMATÓN POR EL PLEBISCITO COMUNAL DE ÑUÑOA


Queridos amigos ñuñoínos, ¡Ay, cómo nos duele Ñuñoa! Y en su nombre estamos hoy y estaremos mañana defendiéndola, porque sabemos que la razón está de nuestro lado…

Esta vez nos encontramos frente a ustedes para dar cuenta de lo que ha sido esta cruzada, tal como nos comprometimos en este mismo lugar el pasado 14 de julio, cuando decidimos asumir el llamado a una convocatoria a plebiscito comunal en rescate de nuestra Ñuñoa herida.

Debemos decir en una primerísima instancia que la ley no está de nuestro lado, es decir del ejercicio pleno de la participación ciudadana. Claro ha quedado hoy, tras esta titánica convocatoria a plebiscito comunal desde la ciudadanía. ¡Cómo se ponen obstáculos para contener el veredicto popular! ¿A qué se le teme señores parlamentarios y de gobierno? ¿Acaso, tras 17 años del fin de la dictadura, todavía estamos en una democracia tutelada?

Pero pese a las restricciones político-legales y a los pesimistas presagios de algunos, ¡Sí somos victoriosos hoy! pues según los últimos cómputos, casi el 6% del electorado ñuñoíno, en ejercicio pleno de sus facultades ciudadanas, ha firmado ante notario a favor de convocar a un plebiscito comunal para frenar la indiscriminada construcción en altura en Ñuñoa. Es decir, somos más de 7 mil ñuñoínos en poner nuestra firma por esta noble causa.

También cabe destacar que de esta experiencia, subyace un nuevo referente político soberano, aquel de una ciudadanía conciente por la defensa de su calidad de vida y de su hábitat. Ya nadie puede desconocer que las ciudades pertenecen a quienes las habitan, y dentro de ese marco, esta nueva expresión social no se equipara con una contienda electoral, ni obedece a lógicas partidistas. Aquí se yergue un nuevo poder trasversal, el de los ciudadanos.

Es por ello que, aunque al final de esta jornada no logremos cumplir con el draconiano 10% del padrón electoral comunal, el evidente respaldo obtenido nos pone en condiciones de exigir al actual alcalde en ejercicio, que acoja esta demanda ciudadana popular, y someta a plebiscito comunal las materias de este urgente petitorio.

Porque, luego de más de un año de contacto con la gente de Ñuñoa en las calles de la comuna, sabemos que ya no será posible que las autoridades locales actuén de espaldas a la voluntad popular con su estilo abusivo y populista. La cuenta ya es demasiado alta y Ñuñoa se las va a cobrar, más temprano que tarde. Hoy ya sabemos cuantos somos.

¡Viva Ñuñoa soberana!
22 DE SEPTIEMBRE DE 2007


RED CIUDADANA POR ÑUÑOA
www.redciudadanapornunoa.cl

SANTIAGO, LA CIUDAD SIN SENTIDO...


Por Fabiola Oropesa

Publicado el 01 Oct 2007

Santiago crece tironeado por todos lados, sin un sentido que lo unifique. Por eso, no es lo mismo, dice Tejeda, ser una ciudad grande que una gran ciudad...


“Santiasco” le decimos, a veces, molestos por la contaminación, la congestión vehícular y lo que consideramos una ciudad poco feliz para vivir y respirar. Lo afirmamos con cierto grado de disgusto, pero también de tragedia, como si todo lo que sucediera en ella fuera parte de una desgracia predeterminada, sin salida.
Le echamos la culpa al fundador, Pedro de Valdivia, a quien se le ocurrió emplazar a Santiago en un valle rodeado de cerros, que hoy constituyen el escenario perfecto para los altos niveles de polución. No vino a fundar ciudades sino a tomar territorios, dicen los analistas, explicando las falencias estructurales que la capital muestra desde su origen; un problema surgido a partir de la distinción que Maquiavelo hacía entre los lugares fundados por sus residentes, como es el caso de Atenas o Venecia, y las ciudades coloniales, levantadas por extranjeros, de las que ejemplos tenemos a todas en América Latina.
Pero a pesar de esta impronta marcada por la conquista, Santiago no siempre fue un territorio sin sentido. La prueba más fehaciente es su trazado geométrico y el orden numérico que le dio forma y del que todos se admiraban en sus inicios. Lo que la transformó en lo que ahora conocemos vino después: la falta de planificación, de regulación y de una visión clara sobre lo que se esperaba construir, características que también se encuentran en otras ciudades del país, según explica el arquitecto y académico de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Chile, Humberto Eliash. “Estamos participando en estudios estratégicos en varias zonas urbanas de Chile y a muchas ciudades les pasa lo mismo: no tienen visión de conjunto y viven de resolver urgencias; si hay una inundación o se corta el puente, pero no hay una idea de lo que se quiere y hacia que objetivo avanzar. Falta un proyecto común que encauce y guíe el desarrollo de la ciudad”, explica.
“Sin esa articulación y una orientación que guíe su crecimiento, Santiago ha estado a merced del vaivén de las autoridades”, prosigue Eliash. A ratos con iniciativas que sorprenden por su armonía y su alta valoración del espacio público, como la construcción del paseo Bulnes en los años ’30 o la Remodelación San Borja a finales de los 60’. Iniciativas plausibles pero que hoy, especialmente en el segundo caso, muestran su decadencia y los vestigios que quedaron de un lugar creado para el encuentro, que nadie preservó a través de los años.
En contraste con ello, está la concepción que actualmente proponen los nuevos proyectos inmobiliarios que han irrumpido en históricas comunas residenciales. De ahí que el académico de la Universidad de Chile y autor del “Diccionario crítico del diseño”, Juan Guillermo Tejeda, sostenga que no hemos sabido decidirnos por un modelo determinado. “Los santiaguinos estamos divididos entre dos modelos de ciudad, uno de ellos el que corresponde a nuestra historia, a la matriz mediterránea, que es una ciudad en torno al ágora, a la plaza pública, y que tiene como ejemplos a Grecia, Roma, España y a la ciudad colonial barroca.
Pero paralelamente está el influjo de la ciudad anglosajona, norteamericana, más vegetal, más separada, que reemplaza a la plaza pública por un mall. Y a nosotros los chilenos nos gusta la plaza y nos gusta el mall, así que tenemos una doble personalidad en ese sentido”, afirma. Para Tejeda, el problema también es político, ya que Santiago no cuenta con una autoridad urbana que se haga cargo de todos los temas en su conjunto. “Es una ciudad abandonada desde el punto de vista político, que no tiene un sistema propio para resolver sus problemas y de generar un modelo.
Elegimos diputados por circunscripción, elegimos alcaldes por barrios, pero no tenemos una autoridad macro capaz de enfrentar los temas de contaminación, de transporte o seguridad, que son cuestiones transversales a toda la ciudad. Coincido con Eliash en que no hay ninguna ciudad de este tamaño que no tenga un gobierno urbano; nosotros somos la excepción”, afirma Tejeda.
La baja participación ciudadana agrava la escasa preocupación de las autoridades por los temas urbanos. Lo dice el diputado (PPD) Patricio Hales, reconociendo la falta de compromiso por parte de los distintos poderes que intervienen. “La gente cree que las ciudades se echan a perder solas, pero en realidad se echan a perder desde el poder de la inversión y de los gobernantes que hacen políticas públicas. Por lo tanto, como los ciudadanos no tienen conciencia urbana, los políticos pueden dormir tranquilos y nadie les pasa la cuenta porque las personas creen que las ciudades malas son una fatalidad del destino, una desgracia propia del desarrollo. ¡Pero no es verdad! Esto pasa en Chile; en otras partes del mundo el progreso hace ciudades mejores”, señala. Hoy, en 2007, contamos con una ley de vivienda y urbanismo que nunca ha sido discutida en el Congreso. Se promulgó en 1931, sin parlamento, durante el gobierno de Carlos Ibáñez del Campo y su única modificación se realizó en 1975 durante la dictadura militar de Augusto Pinochet.
Los gobiernos de la Concertación han prometido su reformulación durante los últimos veinticinco años, período en que se ha mandado un nuevo proyecto, se ha postergado, se ha retirado del Congreso, hasta nuestros días, donde aún esperamos que se envíe una nueva iniciativa que regule mejor el uso del suelo. Los expertos sostienen que sin una política integral, las autoridades locales o centrales toman decisiones que afectan negativamente a la ciudad en su conjunto. Se deciden proyectos inmobiliarios, obras públicas y de vialidad, que no contemplan el impacto que generan, por ejemplo, las autopistas sobre las poblaciones, las casas y las personas que van quedando detrás de sus muros.